El ejercicio tiene efectos sistémicos múltiples, entre los que destacan los beneficios para la salud cardiocirculatoria. Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis (Saco-Ledo y col, 2020; J Am Heart Assoc 5-dic; doi: 10.1161/ JAHA.120.018487) cuyo objetivo fue valorar los efectos del ejercicio sobre la presión arterial ambulatoria (ABP) en pacientes con hipertensión. Quince estudios que englobaban a 910 pacientes con hipertensión arterial fueron incluidos en el análisis. Los resultados mostraron que el ejercicio redujo significativamente la presión arterial sistólica y diastólica, tanto durante el día, como por la noche. Los pacientes que se beneficiaron de los efectos del ejercicio fueron los tratados con medicamentos, pero no los que no tenían tratamiento. Por otra parte, solo el ejercicio aeróbico mostró beneficios en el descenso de la presión arterial. Los autores concluyeron que el ejercicio aeróbico es eficaz, como coadyuvante del tratamiento farmacológico, en la reducción de la presión arterial en pacientes hipertensos.
Ya hemos comentado en muchas ocasiones que, aunque los beneficios del ejercicio para la salud son incuestionables, cuando estamos ante una patología, en la gran mayoría de los casos el tratamiento farmacológico es el que controla la base de la enfermedad, mientras que el ejercicio actúa como refuerza o complemento a los efectos farmacológicos, con la ventaja en muchas ocasiones de poder reducir las dosis de medicamentos y con ello parte de sus efectos secundarios. En el caso de la hipertensión arterial establecida, el ejercicio servirá como tratamiento coadyuvante al tratamiento farmacológico en la mayoría de los pacientes.