Las enfermedades inflamatorias del músculo o miopatías inflamatorias idiopáticas (IIM) son un grupo de heterogéneos de enfermedades caracterizadas por debilidad muscular proximal e inflamación no supurativa del músculo esquelético. Las IIM se pueden subdividir en tres categorías heterogéneas principales, a saber, polimiositis (PM), dermatomiositis (DM) y miositis por cuerpos de inclusión (IBM). La seguridad y eficacia del ejercicio en estas enfermedades no están claros.

Recientemente se han publicado los resultados de una revisión sistemática (Zhang y col, 2021; Nurs Health Sci 28-ene; doi: 10.1111/nhs.12817) cuyo objetivo fue analizar la evidencia de los efectos del ejercicio en estos pacientes.

Selección de estudios. 21 ensayos clínicos fueron incluidos en la revisión, con 281 pacientes

Los resultados mostraron que el ejercicio físico en estos pacientes se muestra seguro, con distintos efectos positivos evidenciables como la mejora de la fuerza, la capacidad aeróbica y la calidad de vida. Sin embargo, el escaso número de pacientes no permite conclusiones con fuerte evidencia. Además, se necesita diseñar las características idóneas de los programas de ejercicio más seguros y eficaces para estos pacientes. Dado que los pacientes con IIM difieren en cuanto a la ubicación de los músculos afectados y su respuesta a la medicación, sus respuestas al ejercicio pueden no ser los mismos.

Los autores sugieren que, aunque los resultados parecen indicar de manera clara los efectos beneficiosos del ejercicio en pacientes con miopatías inflamatorias idiopáticas, son necesarios más estudios de intervención para llevar a proponer las modalidades de ejercicio, la frecuencia y la duración idóneos en cada grupo de pacientes.

En mi opinión, el ejercicio ha mostrado sus efectos secundarios sobre la inmensa mayoría de las patologías que padecemos; sin embargo, hemos de insistir en que cuando contemplamos el ejercicio como una ayuda terapéutica en pacientes, la dosificación del mismo ha de ser muy rigurosa. Eso pasa por, además de conocer la manifestación de la enfermedad en ese paciente, tener en cuenta los efectos secundarios de la medicación en su caso, o cualquier otro factor clínico o personal que pueda o deba influir en el diseño de intervención con el ejercicio, todo ello para lograr la máxima seguridad y eficacia.