El ejercicio físico, en sus distintas modalidades, ha mostrado su eficacia y seguridad en enfermedades como la artritis reumatoide. Recientemente se han publicado los resultados de un metaanálisis (Hu y col, 2020; J Adv Nurs 11-nov: doi: 10.1111/jan.14574) cuyo objetivo fue determinar que aspectos pueden mejorar por diferentes intervenciones de ejercicio y la calidad de evidencia de cada intervención. Se incluyeron 10 revisiones sistemáticas para esta revisión. Una mejora significativa fue constatada en: capacidad y ejercicio aeróbicos, entrenamiento de fuerza y velocidad de sedimentación y tiempo en 50 pies caminando; ejercicio aeróbico + fuerza sobre la capacidad aeróbica, capacidad física general y fatiga; ejercicios de mano y capacidad de mano. Los autores sugieren que, para alcanzar el máximo beneficio del ejercicio en la artritis reumatoide, distintas modalidades de ejercicio deben aplicarse de acuerdo a los síntomas prevalentes. En general hacer ejercicio es mejor que no hacerlo, pero la intensidad, frecuencia y tiempo de ejercicio para obtener los mejores resultados han de aplicarse individualmente.
Cuando se aplica ejercicio en pacientes, es complicado establecer pautas generales que sean óptimas para todos los perfiles, ya que cada persona es afectada de manera distinta y la manifestación de la misma enfermedad puede variar de manera muy significativa. Debemos guiarnos de las tendencias y resultados que ofrecen diferentes ensayos clínicos para decidir en cada caso la estructura de programa de ejercicio que vamos a plantear. No hay, o no debería haber, recetas preestablecidas cuando trabajamos con pacientes en el contexto de ejercicio terapéutico.